En la primera concepción del aparato psíquico, ya da a entender Freud la existencia de una huella de lo trágico que no se resuelve desde el punto de vista estético o psicológico, sino desde el concepto de una temporalidad diferente que habla de un presente donde las cosas pasan, un presente que es en el ir y el venir, en el punto medio de lo que se va y de lo que llega. Define así un aparato donde algo de la percepción llega modificado y algo se ausenta para siempre. La presencia en el inconsciente quedará entonces ordenada de acuerdo a dos direcciones de la ausencia. Una articulación de lo que ya no es, de lo que ya pasó, porque no es el sueño en sí, y una articulación con lo que todavía no es, el relato del sueño o su inscripción psíquica, que será sólo después de haber sido interpretada. Dos movimientos que se conectan entre sí y que dejan un espacio abierto por donde se presentará el otro, el que lee lo escrito, el que pronuncia la interpretación y que en ese acto desplaza el tiempo presente a una presencia, presencia que lo es de una producción inconsciente.
Enviado por Norma Menassa
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