viernes, 30 de abril de 2010

Psicoanálisis y psicosis

Tercera parte

Que los poetas legislen con sus versos la vida de los hombres y que los psicoanalistas interpreten, los mecanismos intrínsecos de dicha legislación, no son todavía, prueba suficientes para que sigamos galardonando a nuestros poetas y a nuestros médicos y sigamos recluyendo a nuestros locos en los manicomios o sus sustitutos, no siempre diferenciados de la fuente de la cual provienen.
Una manera de pensar inhumana genera una manera de pensar humana y, esto, sin embargo, no le da al asunto criterio de verdad. Porque debemos decirlo: no es en la verdad de la locura donde anida la humanidad, y por tanto, no es, precisamente, humanidad lo que ambiciona el discurso psicótico, sino, más bien, una palabra que por su brusquedad, interrumpa el flujo de lo que teniendo por ser deseo, todavía, es necesidad en él.
Palabra que por su imposibilidad de ser reducida a cosa alguna (si ustedes quieren: falo, significante de falta), sirva como ejemplo (por que ¿de qué otra cosa se trata que de un proceso de identificación?), para que el habla del psicótico pueda, para dejar de ser psicótico: separar la cosa de la palabra que nombra la cosa, o bien, en otro nivel, separar lo bueno de lo bello, o bien, si se trata de hablar de los diferentes niveles de la locura, una palabra que le permita al hombre, separar lo bello de lo divino.
Y si para semejante transformación habrá de ser necesario el cuerpo del psicoanalista, no nos pondremos a tratar de saber si es demoníaco o divino que el psicoanalista oficie de madre, pero diremos que la verificación del cuerpo no da más garantía al símbolo, sino, por el contrario, pone en cuestión, precisamente, al símbolo, porque el poder de curar está en el cuerpo. Porque si se tratase de curar, es de la eficacia simbólica de lo que se trataría y de ella, de la eficacia simbólica, es más capaz el cuerpo, que la propia palabra.
Y si totalmente faltase el cuerpo, no tendríamos, tampoco, el símbolo en su belleza pura o, mejor dicho, no habría símbolo posible en esa debilidad.
Esta manera de no poder no estar y, tampoco, poder estar, hace del cuerpo del psicoanalista una nube de polvo ardiente y helada a la vez que, en todos los casos, envuelve a quien por su boca habla, en esa pasión.

Miguel Oscar Menassa

jueves, 29 de abril de 2010

Intelectual sin clase definible



Intelectual, sin clase definible,
abierto a las sospecha de las horas,
obrero de la nada, patrón del tiempo,
inefable poeta del amor y la muerte.

No vengo, por ventura, buscando nada.
Ni las ondas malignas de nostalgia.
Ni el corazón sangrante de un poema.
Ni el fugitivo dinero, ni personas.

Estoy aquí por los olores del viento.
Por la penetrante caricia de las olas.
Por palpitantes estrofas, por palabras.

Por palabras dispersas sobre todo el océano,
por un océano frío, abierto en mi garganta,
por esas perlas negras arrancadas del alma.

Miguel Oscar Menassa

miércoles, 28 de abril de 2010

lunes, 26 de abril de 2010

Psicoanálisis y psicosis

Segunda parte

El psicótico nos propone ser un potro salvaje en plena libertad para siempre,y, ¿quién no quiere ser un potro salvaje en plena libertad para siempre?
Alguien que pueda contestar, yo soy ese potro salvaje, que no quiero serlo. Tengo plena libertad de hablar, pero estoy dispuesto a perderlo para escucharlo.
Alguien que pueda decirle al psicótico, que no hay nada que dure tanto como las estrellas y, sin embargo, no siempre son las mismas.
Ese ha de ser el psicoanalista de la locura y no vengo a deciros que ha de ser el poeta el que lo consiga, sino la poesía misma (como función poética), al borde mismo de la locura, podrá descifrarla y darle un destino dentro de los destinos de la palabra.
Quiero decir, que es como psicoanalista que me presento en el territorio de la locura, ya que no es del saber que no se consume. Lo que parece no consumirse en el teritorio de la locura es un psicoanálisis que arrase, no sólo la vida del psicoanalista, sino también la vida del paciente. Un psicoanálisis donde el psicoanalista, más allá de su condición de asalariado, no se someta, hasta el límite, de no poder cumplir ya con la función.
Función que de devenir como tal, tendrá mi deseo en eso, porque sólo el deseo de quien se ocupa de eso, es la función.
Y si eso de ser la función, invade eso de no ser nada de mí, mi deseo será social cada vez que le cuadre expresarse. Y cuando digo social, quiero decir, que en su expresión no me dará el ser que ambiciono en el movimiento, sino, por el contrario, aquel otro temido, por ser deseo de Otro y que de ustedes ha partido, porque la función no habla sólo desea. Y sordo es el desear de la función, ya que ella nada desea para sí, sino para la retórica que la crea como tal.

Miguel Oscar Menassa

viernes, 23 de abril de 2010

jueves, 22 de abril de 2010

Nunca como estos días me he sentido extranjero

Nunca como estos días me he sentido extranjero.
Nunca como estos días tan extranjero a mi mismo.
Besé a una mujer creyendo que era de piedra
y una piedra besé creyendo que era amor.

Después escribí versos como quejas oscuras,
cuerpos vacíos, sin deseos, almas sin almas.
Estos días vi como el amor cubría el mundo,
como un manto negro de lágrimas y soledad.

Nadie podía estar con nadie, estos días,
todos estábamos encadenados al amor.
Ningún hombre deseaba su trabajo,
ninguna mujer vivía para la libertad.

Y, sin embargo, nos amábamos todo el día.
Nos mirábamos con ternura y llorábamos,
y nos quedábamos llorando hasta la tarde,
ella se encadenaba y yo no iba a trabajar.

A fin de mes, cuando la realidad aprieta,
todos pensábamos muy mal del amor,
pero éramos tan felices de estar juntos
que nos mirábamos con fe y llorábamos.

Al día siguiente estábamos destrozados,
a nadie se le podía hablar de ir a trabajar.
Ella se encadenaba al amor, un siglo más
y yo, me encadenaba a ella, para siempre.

Del libro: "Al Sur de Europa"
Miguel Oscar Menassa

miércoles, 21 de abril de 2010

lunes, 19 de abril de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Antes del Psicoanálisis, antes de que el Psicoanálisis se ocupara de la locura (más o menos desde 1907) los tratamientos de la misma se dividían en dos: los que maltrataban al paciente psicótico haciéndole responsable directo y total de sus padecimientos. Los que bien-trataban al paciente psicótico, haciéndole irresponsable de todos sus padecimientos.
Tanto en una como en otra forma (de manera diversa) el paciente quedaba aislado. Si era culpable, se lo condenaba a la soledad, con lo cual se ahondaba uno de sus problemas (el rechazo primordial de lo Otro). Y si era inocente, se lo acompañaba demasiado, con lo cual se ahondaba otro de sus problemas (no poder discriminarse del Otro como otro).
Debemos decir que es el psicoanálisis el que viene a plantear las cosas de tal manera que no habría tratamiento psicoanalítico de la psicosis antes que el paciente establezca un lazo (de cualquier signo o color) con el que de esa forma habría sido su psicoanalista. Si hay psicoanalista, decimos, aunque sea uno, el loco ya no está solo. Ha comenzado, también, para la locura una conversación.
No hay crueldad más cruel que la locura. Ni hay bondad ni amor que puedan contenerla. Es, sencillamente, la palabra la que tocada por el lazo establecido quitará al psicótico lo que le sobra.
Ya que es precisamente por no faltarle nada, que lo único que se significa en él, es el deseo de una madre totipotente y sin fallas, ya que es él, precisamente, el colgajo que la completa.
En el psicótico el Otro no está afuera del cuerpo de su madre, él mismo no está afuera del cuerpo de la madre. En el psicótico hay algo único, completo, inmortal. Es esa unidad, ese paraíso casi sin voz, lo que el psicótico defiende con uñas y dientes y no ha de ser tarea fácil arrancar al psicótico del cuerpo de su madre, porque eso significa,, exactamente, arrancar al sujeto de los brazos de la especie y herirlo de tal manera, que por esa herida abierta al inconsciente, será sexuado y morirá.
No se trata de la forclusión (rechazo) del tres edípico, que hasta los animales tienen de eso representación, sino de la condición de mortal del ser humano. Aquel vacío que introduce en el sujeto el cuarto como muerte. Esa rajadura que anuncia que todo ha de terminar algún día, eso es lo que el sujeto forcluye (rechaza). No al Otro, porque de lenguaje se sigue tratando, sino la metáfora que al sustituir el deseo de la madre por el nombre del padre o bien, la inmortalidad por el goce, desprende al sujeto psíquico de la especie y lo mata.
Y esto tal vez plantee uno de los problemas más importantes en la clínica de la psicosis, ya que todo hombre, por más psicoanalista que sea, o que lo pretenda, queda atrapado de una u otra manera en la promesa de la psicosis, que no es otra que la promesa de la inmortalidad, que además, transcurriría en plena libertad.

Del libro: "Psicoanálisis y Psicosis" Priemer Congreso Internacional Grupo Cero
Miguel Oscar Menassa

jueves, 15 de abril de 2010

Hay momentos donde no se puede más



Hay momentos donde no se puede más.
Hay días donde la vida es inalcanzable,
donde el dolor produce pensamientos
de una muerte lejana, aquí, conmigo.

El futuro me llama con su voz de delirio,
acorta las distancias, se posa levemente
en mis cansados músculos, cierra mis ojos,
levanta la tapa de mis sesos y todo es gris.

Hay días donde no alcanzan las palabras
ni los recuerdos juveniles llenos de amor,
esos días secos, retorcidos, sin lágrimas
donde el dolor es tánto que no hay dolor.

Amada, amada mía, ayúdame a esconder
estas páginas blancas para que nadie sepa
para que nunca nadie conozca este dolor:

hubo una tarde, un día, que no pude escribir.

Del libro: "Al Sur de Europa"
Miguel Oscar Menassa

miércoles, 14 de abril de 2010

martes, 13 de abril de 2010

Poesía, Psicoanálisis, Locura

Tengo toda la paciencia que tiene que tener un árbol perenne. Se imaginan esa solemnidad.
Y no soy, como dicen algunos de mis versos, un pájaro cantor, sino más bien, cientos de pájaros cantores anidan en nis propias entrañas.
Soy, por eso, la madre de lo que canta en cada pájaro cantor. Y lo que crezco contra el tiempo, hace efímero el vuelo de los pájaros, me llaman: POESÍA.

Hombre de piel como palabras
he viajado por lo que queda del alma
y no estoy de acuerdo.
Tristeza agrandada por sus contradicciones,
soy el dolor del siglo que no duele.
Más que la atroz materia que destruye,
un simple giro del lenguaje.

A la palabra amor
le puse cascabeles como la lepra antaño.
A la palabra madre
le puse un cataclismo entre las piernas
y una belleza masculina en la mirada.
Ojos de miel combiné con mi Patria
y me dejé llevar por la marea.
Llené el mar de palabras antiguas
y hundí el mar.

De la mujer hice una frase.

Detuve su infatigable locura,
infatigable locura entre mis letras.
Al tembloroso avergonzado sexo
le agregamos torrentes, cataratas.

Ella existe,
ha nacido en mis versos.
Poesía de fuego
donde el dragón es ella y la palabra.
Te escribo, ¿ves? te escribo
como antaño el hombre se escribía.
Hago que tus gemidos
-yegua loca pariendo la mañana-
abandonen tu cuerpo.

Miguel Oscar Menassa

viernes, 9 de abril de 2010

Las 2001 noches

Noche 674- Impresionado por la cantidad de tiempo que se pierde por querer morir todos los días de diferente manera. Se ganaría tiempo y dinero, es decir años de vida, si me decido a morir siempre de la misma manera. Lindo es morir de una manera personal. Una manera de morir elaborada durante doscientos años. Como durante doscientos años he muerto todos los días de la misma manera, sé ahora lo que me está pasando.

Miguel Oscar Menassa

miércoles, 7 de abril de 2010

X



Pretendía caminar, tranquilamente, por la vida
y no fue posible.
Desde el rostro sangrante de la nada,
escribo este poema.

Dolorosamente recuerdo,
mis años juveniles,
donde decir, era alcanzar,
con la palabra, el cielo.

Decir,
que nada quede de lo dicho,
también, es un destino.
Sangro y lo digo.
Me duele y lo digo.
Recuerdo a mi madre y al decirlo
entre sus brazos me recuerdo.

En libertad arriesgo todo lo que tengo,
para llegar a ser este temblor,
acacia dormida en hondo mar,
hoja tenue y sencilla, al viento,
en el otoño,
pequeño sol.

Del libro: "La patria del poeta"
Miguel Oscar Menassa

martes, 6 de abril de 2010

Aforismos y decires

912_ Cuando todavía dudo si hay cosas que se deben escribir o no, no estoy pensando en la justicia, sino que estoy dudando de mi grandeza, es dedir, en esos momentos no tengo grandeza.

Miguel Oscar Menassa