Lo propio de una mujer es su incompletud, no estar toda, siempre hay algo en ella que se niega, que se sustrae, que se resta de la totalidad a la que ella no puede llegar, porque ella misma encierra el no, este no que no cesa de ser lo que pone en marcha todo, este no que no deja que se detengan las cosas, este no que lleva siempre a volver a preguntarse ¿y por qué no? Este no, que no puede desaparecer porque si no, no hay síntoma, no hay lenguaje, no hay más hombre.
Las relaciones sexuales no significan que hay una unión complementaria entre dos signos contrarios, son más que dos órganos en competencia, son la representación de un sentido. Ella y Él son diferentes y en el encuentro, que va a ser el encuentro de las diferencias, el cuerpo quedará marcado cada vez, una vez más, con un nuevo sentido, se hará carne una palabra. Entonces descartada la complementariedad en el acto sexual donde uno complementaría la falta del otro, quedarían sólo dos tendencias básicamente combinables. Infinitas combinaciones que permiten al humano su goce, y como complemento de ese goce una posibilidad, la reproducción de la especie. Si hay una fijación aunque ésta sea a lo genital si no hay más combinaciones, habría que preguntarse qué repudio sobre alguna falta corporal está en juego, y qué renuncia a un goce en algún lugar del cuerpo, más allá del pene y la vagina, o sea, qué palabras ellos no podrán pronunciar.
Enviado por Norma
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