En principio, nos aconsejamos tomar distancia de los recuerdos infantiles; conocer el amor; hablar; leer algunos libros; escribir algún verso. Y eso fue todo.
Fuerza y palabra unidas rabiosamente en cualquier dirección, parecía, al principio, que iríamos a parar a la mierda, os lo aseguro. Después, el tiempo, nos llevó de la mano, escribiendo, por el camino de la muerte. A los sobrevivientes, más allá de modos y modales, nos otorgó un sexo, una palabra. Somos esas caricias provenientes de las noches más negras. Un incalculable amor en medio del desastre.
Aprendimos rápidamente que sin mencionar a Dios es absolutamente imposible saber de quién es el tiempo. ¿A quién pertenecen las horas? Los recuerdos de las horas pasadas, la ilusión de las horas por venir. ¿A quién las horas del amor? Los vericuetos del tiempo del amor. ¿A quién pertenecen?
Espero saber acogerme sin vergüenza a mi destino: Viví entre ellos, soy un grupo, varias personas, tengo las palabras de todas las clases sociales posibles en este tiempo. Fui todas las enfermedades. Toda la peste y toda la gloria posible. Soy el más indicado para decir, para empezar a juntar lo que la dictadura, en su afán de reproducirse, ha separado.
Pretendemos una página en blanco permanente. Ese ha de ser nuestro lecho de amor y, también, nuestro campo de guerra.
Enviado por Norma
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