Los mejores discursos sobre el dolor fueron producidos por los poetas, los filósofos, y los historiadores que supieron asegurarle un estatuto teórico, social, médico y subjetivo.
Desde la descripción homérica de la tristeza hasta la teorización de Aristóteles acerca del genio melancólico, pasando por el relato mítico de Hipócrates, esta forma de lamentación perpetua, siempre fue la expresión de una rebelión del pensamiento y también la manifestación más extrema de un deseo de autoaniquilación ligado a la pérdida de un ideal.
De allí que se pueda vislumbrar una transferencia permanente entre el dominio de la enfermedad y del espíritu.
El dolor, experiencia de carácter desagradable que se convierte en sufrimiento, puede alojarse en el cuerpo cuando el sujeto no conoce otra manera de hablar de él.
Toda su vida gira en torno a su dolor en una relación autoerótica, en la que éste sería el autocastigo con el que se aísla del resto del mundo.
En el dolor físico, nace una elevada carga narcisista del lugar dolorido del cuerpo, carga que aumenta cada vez más y vacía el yo.
El cuerpo es el escenario donde se representa la vida psíquica, el inconsciente habla a través del cuerpo, siendo el dolor una forma históricamente aceptada.
Enviado por Norma
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