martes, 17 de marzo de 2009

LEYENDO A OLIVERIO GIRONDO

NOCTURNOS
         2
 
Debajo de la almohada
una mano,
mi mano,
que se agranda,
se agranda
inexorablemente,
para emerger,
de pronto,
en la más alta noche,
abandonar la cama,
traspasar las paredes,
mezclarse con las sombras,
distenderse en las callles
y recubrir los techos de las casa sonámbulas.
 
A través de mis párpados
yo contemplo sus dedos,
apacibles,
tranquilos,
de ciclópeas falanges;
los millares de rios
zigzagueantes,
resecos,
que recorren la palma desierta de esa mano,
desmesurado,
enorme,
adherida al insomnio,
a mi brazo,
a mi cuerpo
diminuto,
perdido
en medio de las sábanas;
sin explicarme cómo esa mano
es mi mano,
sin saber por qué causa se empeña en disminuirme.

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