lunes, 31 de mayo de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Octava parte
No éramos iguales, pero tampoco se podía decir que éramos diferentes. Ya que no sólo lo dicen otros investigadores, sino que también los psicóticos atendidos por mí, atravesaban en algunos momentos del tratamiento, períodos de una lucidez, aún, envidiable por mí. Períodos donde toda la locura, también, era el sesgo de esa inteligencia.
Habían frases que salían de su boca, puntuadas como si fueran poesía (sin que por eso el discurso llegara a ser poético o sencillamente más coherente) y esto, para mí por lo menos estaba claro no pasaba nunca en el paciente llamado neurótico, pero sí en mí.
Estos pensamientos, esta vecindad de mí con el psicótico me resultaba escalofriante.
¿Una vez más se agotaban las diferencias?
¿O esta vez se marcaban definitivamente las diferencias?
La puntuación me hacía pensar que tanto creación como locura, provenían de la libertad de la propia pulsación del inconsciente. Es decir, algo más allá de la represión, más allá del placer, repite. Y, esto, es verdad, pero mientras que en el creador lo que pulsa es un universo Otro, en el psicótico lo que pulsa es el rechazo de ese Otro universo. Y no es que luego no lo comparta con nosotros como otro ser más del lenguaje, sino que, sencillamente, no puede concebirse como posterior al lenguaje. Ni puede como dice el poeta, yo es Otro. En mí, diría el poeta lo que me puntúa es una falta. En el loco lo que puntúa y eso no lo puede decir el loco sino un psicoanalista, es el rechazo de esa falta.
Soy un sujeto del lenguaje dice el poeta, ese ser desaparecido por ser representado por un significante para otro.
Soy invadido diría el loco, por el lenguaje. Soy una aparición en forma de rechazo. Un agujero presente, que no puede ser representado.

Miguel Oscar Menassa

jueves, 27 de mayo de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

viernes, 21 de mayo de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Séptima parte

A medida que van pasando los años y sin poder decir que fue aumentando mi experiencia, me resulta cada vez más fuerte poder diagnosticar a una persona como psicótica. No quiero decir con esto que no hay psicóticos (los hay, pero como las brujas, sólo para quien las busca, sólo para quien cree en ellas) sino que digo peor, digo que me resisto al diagnóstico de psicosis, aunque este hecho por algunos de mis colegas más apreciados.
Transtornos del lenguaje tenemos todos y la esquizia fundante en el proceso psicótico, también, lo dice Lacan, es constitutiva del sujeto psíquico.
Cuando más joven, hasta tenía en cuenta, para hacer el diagnóstico, las llamadas relaciones sexuales. Los locos con esta mirada, se multiplicaban a mi alrededor, infinitamente.
Después, aún, fui comunista y evaluaba a las personas según tuvieran o no "buenos" lazos sociales. Ahí, bajo esos ojos, la locura era total; el que no era loco, era un cabrón.

Hoy en día me pregunto ¿quién no está loco allí, donde el tiempo arrasa la memoria?

En esto de la locura, siempre se tienen maestros.
No sólo llegué a estar rodeado de locos, sino que yo mismo vivía como los locos. Hasta que una mañana me levanté y me dije: vivir como un loco es una vida alucinante y yo no me veía así, por eso que a partir de ahí, busqué alguna diferencia entre yo mismo y los locos. Yo mismo tenía un mundo fantasmático, el loco era el que tenía un mundo alucinado.
Y si bien eso no era en apariencia una gran diferencia, para mí fue fundamental. El psicótico no tenía fantasías y las palabras que decían o escuchaban no tenían polisemia.
En su momento hasta me daban risa, darme cuenta que las diferencias estribaban en que la fantasía estaba en el psicótico reemplazada con la alucinación y la polisemia de las palabras quedaba anulada porque en el deliriio cada palabra quiere decir una sola cosa.

Miguel Oscar Menassa

miércoles, 19 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Sexta parte

Es bueno poder esclarecer en este momento de mi exposición, que cuando hablo de psicosis, de locura, no estoy hablando de los pacientes que aparecen como casos en los libros modernos. Sencillamente no se puede considerar psicótico, o loco, a quien me ha llamado por teléfono para pedirme una entrevista, y luego, aún acepta seguir viniendo y paga a fin de mes o consigue que alguien pague a fin de mes, y no lo puedo considerar loco aunque algunos problemas del lenguaje tenga o bien, delire con alguna cosita o alucine, sin más. Estos pacientes no presentan otra dificultad al tratamiento psicoanalítico que cualquier otro paciente, aunque sea el psicoanálisis de un candidato en formación psicoanalítica.
Otros pacientes son los que plantean la cuestión, a mi entender, estrictamente ética. Estos pacientes que además de tener trastornos del lenguje y algún delirio, alguna alucinación, no pueden hacer todo lo otro. Llamarme por teléfono, cumplir con el contrato, y además, tienen todavía una negatividad por todo, también, por un tratamiento psicoanalítico. Y es aquí donde en lugar de afirmar o negar algo me gustaría hacerme junto con ustedes algunas preguntas:
¿Cómo imponer un tratamiento que sólo es posible, por el lazo que la palabra establece entre el paciente y el psicoanalista, a quien no habla? o bien si habla, habla con una lengua que no es la lengua que hablamos y no que sea un idioma diferente sino que es otra dimensión del lenguaje donde eso de la locura, habla, aunque el sujeto en apariencia no hable.
¿Qué atrbutos debemos concebir en nosotros como psicoanalistas para suponer con nuestra voz, nuestra presencia, nuestro cuerpo interpretante, ese paraíso, esa completud donde el psicótico ha decidido refugiarse?
¿Bajo que deseo interntaríamos rescatar y dar significación a un sujeto que quiere ahogarse en su propia mierda, cuando el espectáculo inhibe cualquier significación? Cómo atreverse, teniendo en cuenta que la mierda ajena es la que tiene el peor olor a menos que un profundo amor (valga la palabra como transferencia) haya aniquilado los receptores olfativos.
¿Cómo atreverse a danzar frente al inmóvil, movimientos posibles?
Cómo decirle al psicótico de buenas a primeras:

Es una vertiente iluminada lo que te detiene.
Ningún vacío, es ningún horror de las negruras.
Lo que te da miedo y bruscamente detiene tu camino
es, simplemente, una luz, una clara visión del futuro, te detiene.

Es una catarata ardiente de palabras, lo que te matará.
Ningún puñal, ninguna daga antigua ni misteriosa.
Lo que te llama a morir, lo que te mata, no es natural,
es, simplemente, por haber gozado, que un día del futuro, morirás.

Me alegra saberte vivo y muerto, al tiempo que te hablo.
Iluminado por un gran poeta por fulgurante luz
y al mismo tiempo, enceguecido, quieto, petrificado.

Ya nadie robará tus amores porque será el deseo.
Ya nadie robará tu pensamiento porque será palabra.
Y ya nadie podrá ser inmortal, porque será el poema.

Miguel Oscar Menassa

viernes, 14 de mayo de 2010

Nacimiento del poeta


X
Pretendía caminar, tranquilamente, por la vida
y no fue posible.
Desde el rostro sangrante de la nada,
escribo este poema.

Dolorosamente recuerdo,
mis años juveniles,
donde decir, era alcanzar,
con la palabra, el cielo.

Decir,
para que nada quede de lo dicho,
también, es un destino.
Sangro y lo digo.
Me duele y lo digo.
Recuerdo a mi madre y al decirlo
entre sus brazos me recuerdo.

En libertad arriesgo todo lo que tengo,
para llegar a ser este temblor,
acacia dormida en hondo mar,
hoja tenue y sencilla, al viento,
en el otoño,
pequeño sol.

Miguel Oscar Menassa

miércoles, 12 de mayo de 2010

lunes, 10 de mayo de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Quinta parte

Lo que de lo primordial fue condenado como ajeno (nada se abre y se cierra en ese lugar, lo que fue agujero en la cadena de los cuerpos es ahora agujero en la concatenación significante) no retorna como lo reprimido envuelto en hojarasca y ni siquiera podemos decir que retorna como en la represión lo que, precisamente, por haber sido rechazado de manera primordial, se vanagloria de estar allí, sin posibilidad de representación.
Lo rechazado, debemos por ahora pensarlo así, al tiempo, se cobra su tributo y por ser desde un más allá de la represión no será neurosis lo que pida, sino psicosis, así de fácil.
Los delirios son fantasías habladas y este hablar de las fantasías Lacan, entre otros, lo hace partir del yo ideal, aunque preguntándose, aún ¿quién habla, cuando habla el yo ideal?
¿Quién habla de ese yo ideal? Yo, de cualquier manera, ya que el yo ideal no deja de acompañar esa soledad donde el yo cuando no da más (y esto ocurre más a menudo de lo que se piensa) se enamora de eso ideal como la imagen, pero más que anticiparlo lo acompaña. Qué más que someterlo a la agresividad primitiva de la dialéctica de la identificación, lo consuela.
Colgajo de ser que sólo habla por boca de lo que no fue necesario reprimir, porque primordialmente fue ser forcluido, rechazado, puesto fuera, fuera de toda marca posible de simbolización.
Trozo de ser que ya no pertenece ni ha lugar, por eso al querer representar al sujeto en la cadena significante, rompe, desarticula, agujerea.
La ansiedad por deciros algunos pensamientos producidos en mi actividad clínica, me hacen temer no poder hilar mis pensamientos en el sentido de una exposición general que a todos refresque el modo en que la psicosis y el psicoanálisis encontraron su destino.
Hubo, debemos decir, antes de un pensamiento terapéutico sobre la psicosis, una tendencia a la segregación social, a la incapacitación jurídica, a la injuria, a la burla, al castigo y/o a la reclusión en verdaderas fortalezas como infinitas cárceles.
Pero también es cierto que desde principio de siglo, surgen tendencias psiquiátricas moderadas que comienzan a dar al paciente psicótico, si no una solución, por lo menos otro trato. Sin haber comprendido todavía el proceso psicótico, se intentaba comprender al loco. En esta dirección hubo hallazgos y excesos, entre los hallazgos podemos mencionar no sólo algunas frases de Lacan sino toda la corriente psiquiátrica que permite pensar al loco como un ser del lenguaje como nosotros, los psicoanalistas, los psiquiatras, los neuróticos, los perversos.
Entre los excesos para no perdernos podemos mencionar la confusión de la locura con la creación o peor aún hablarle al psicótico en su mismo lenguaje, con lo cual muchos llegaron a volverse locos y ni, aún así, consiguieron hablar el mismo lenguaje que los locos.

Miguel Oscar Menassa

viernes, 7 de mayo de 2010

Fin de semana despedida de la Feria del Libro





El próximo lunes 10 de Mayo, cerrará sus puertas la 36ª Feria del Libro 2010.
Los invitamos a recorrer nuestro stand Nº2631, Pabellón Verde.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Psicoanálisis y Psicosis

Cuarta parte

A nada temo, dice el sujeto, sólo a mis propias palabras.
Y sujeto, quiero estar diciéndolo, también está el loco. Ya que se trata de falta de significante, es decir que forclusión significa que se trata de un sujeto como efecto del significante, pero singularmente, del significante que falta.
Lo que aparece desde el principio comprometido en la psicosis es la representación del sujeto por el significante. Ocurre una dispersión de los significantes que representan al sujeto. Porque no se trata de represión que permite que el otro significante funcione como referente de la representación del sujeto, sino del mecanismo de forclusión (rechazo) que se caracteriza por impedir la representación significante del sujeto.
Esta pequeña disgresión casi teórica es para permitirme decir que si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
Esa luz que debería iluminarlo, lo ciega.
Le di una patada al teclado de la máquina y conseguí, acto al fin, olvidar todo mi pasado y, sin embargo, no tuve ningún trastorno de la memoria (según Freud), es decir, ningún trastorno del lenguaje.
Esto quiere decir según Lacan que yo he rechazado (a pesar de ser tan rechazante y de haber utilizado una negación para decirlo)ningún significante primordial o, según Freud que, todavía, no me ha llegado la hora. El trauma, el gran amor que lo destruya todo.
La psicosis podría ser ese: ha llegado tu hora.
Más allá de la represión, previo a la negación, algo existía. Algo hubo de ser rechazado. No como en la neurosis no realizado sino habido no rememorable. Imposible de ser estructurado como lenguaje, a menos que, subvertiendo las propias leyes del lenguaje aparezca no como significante atando al sujeto a otro significante, sino propiamente como un agujero en la cadena.
Una ausencia que ni siquiera se dialectiza en el fort-da, ya que su partida doble o su otra posibilidad no es ninguna presencia, sino otra ausencia.

Miguel Oscar Menassa

martes, 4 de mayo de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010