viernes, 13 de marzo de 2009

Leyendo a Norma Menassa


Óleo sobre lienzo Miguel Oscar Menassa
Estoy (1998)

UNA PRUEBA DE AMOR
No bastaron la alegría y el canto que reinaba en mis palabras,
una prueba pedías de mi amor,
y al momento me sentí arrojada de vos,
expulsada al borde de la tierra
mirando un desnudo espacio sin atmósfera,
sin gravedad, una incipiente conciencia de la nada,
sin brillos estelares, sin colores, sólo el espacio
con la atracción de volver mi cabeza en cada giro frente a
esos desprendimientos de imperfectas circunstancias
que llenaron mi cabeza de mariposas ansiosas entrechocando alas.
¿Será el dolor el precio?
¿la prueba consagrada?
y bajabas el martillo con un golpe de gracia cada vez
para ser mi ejecutor amado.
Yo perdía mi perfume entre las objeciones de una moral
que me impedía pensar con la astucia necesaria para convencerte.
¿Y qué prueba?
si era lo mismo yo ó vos, cualquiera,
cualquiera de los dos, el otro
el que se queda en el lugar, el que no desaparece,
el misterioso que nos contempla cada vez
cuando los cuerpos se transforman
en extensiones con naturaleza de pradera,
en el frescor de pastos
dispuestos a recibir el rocío de cada madrugada
sin desafiar al elefante blanco con los hechos,
sin pruebas que rendir,
sólo señales, giros, notas, alguna canción desesperada,
algún rum-rum, algún te quiero tanto.
Pero pruebas no hay,
sólo el remo hundiéndose en el agua
marcando una fuerza de existir,
espejos reflejando nuestro cielo,
la ofrenda contínua de nuestros ojos
encontrándose de pronto
en el brillo de algunas horas compartidas.

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