La neurosis es una mala manera de defenderse, es la manera inapropiada que, sin saber, empleamos para oponernos a un goce inconsciente y peligroso. Procuramos defendernos de un goce doloroso y para aplacar lo intolerable del dolor, el recurso es transformarlo en sufrimiento neurótico, es decir, en síntomas. Lo que conseguimos es sustituir un goce inconsciente, peligroso e irreductible, por un sufrimiento consciente, soportable y en última instancia reductible.
Existen tres maneras de luchar contra ese goce intolerable que darán por resultado, tres modos distintos de vivir la propia neurosis.
El modo obsesivo de sufrir neuróticamente es sufrir conscientemente en el pensamiento, o sea desplazar el goce intolerable hacia el sufrimiento del pensar.
El modo fóbico es sufrir conscientemente el mundo que nos rodea, o sea proyectar hacia afuera, al mundo exterior, el goce insconsciente e intolerable y cristalizarlo en un elemento del medio externo, transformado ahora en el objeto amenazador de la fobia.
El modo histérico, es sufrir conscientemente en el cuerpo, o sea convertir el goce inconsciente e intolerable en sufrimiento corporal.
El histérico, desastando el conflicto o despejándolo, sea hombre o mujer, ocupará invariablemente el papel del excluido. Esto explica su tristeza. Se da cuenta, una vez caído el telón, en el dolor de su soledad, de que todo no era más que un juego en el que ellos fueron la parte excluída. En estos momentos de tristeza y depresión tan característicos, descubrimos la identificación del histérico con el sufrimiento de la insatisfacción: el sujeto histérico ya no es un hombre, ya no es una mujer, ahora es dolor de insatisfacción. Y en medio de este dolor, queda en la imposibilidad de decirse hombre o de decirse mujer. La tristeza del yo histérico reponde al vacío y a la incertidumbre de su identidad sexuada.
Enviado por Norma
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