lunes, 9 de febrero de 2009

Leyendo el Seminario 3 de Lacan

 
El delirante articula con una abundancia, una riqueza, que precisamente es una de sus características clínicas esenciales. Las producciones discursivas que caracterizan el registro de las paranoias florecen además, casi siempre, en producciones literarias, en el sentido en que literarias quiere decir sencillamente hojas de papel cubiertas de escritura. Tomando el ejemplo de Schereber, podemos decir de él que es escritor mas no poeta.  Digamos que el largo discurso con el que dá fe de lo que resolvió admitir como una solución de su problemática, no dá en lugar alguno la impresión de una experiencia original en la que el sujeto mismo esta incluido, sino que sólo es un testimonio verdaderamente bien objetivado. No nos introduce a una nueva dimensión de la experiencia. Hay poesía cada vez que un escrito nos introduce en un mundo diferente al nuestro, y dándonos la presencia de un ser, de determinada relación fundamental, lo hace nuestro también. La poesía hace que no podamos dudar de la autenticidad de la experiencia de San Juan de la Cruz, ni de Proust, ni de Gérard de Nerval. La poesía es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo. No hay nada parecido en las Memorias de Schreber. Si bien está habitado por toda suerte de existencias, improbables sin duda, pero cuya carácter significativo es indudable, y cuya aticulación se vuelve cada vez mas elaborada a medida que su delirio avanza. Lean en detalle lo que él dice sobre los pájaros del cielo, cómo los llama y su chillido. Se trata de que él es la sede de una pajarera de fenómenos, y este hecho le inspiró la enorme comunicación que es la suya, ese libro de alrededor de quinientas páginas, resultado de una larga construcción que para él fue la solución de su aventura interior.
 
                                       Enviado por Norma

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