La vida sexual del histérico es una paradoja, y esta paradoja es la expresión dolorosa de un fantasma inconsciente. Para el neurótico, la femineidad que él rechazaba con horror, la femineidad encarnada por la imagen de una mujer castrada y humillada, se transforma en su propia femineidad, en lo que podríamos llamar la parte femenina del hombre. El hombre llamado a ocupar el lugar del padre debe reconocer su parte femenina, porque quien reconoce con dolor su parte femenina tiene mas posibilidades de asumir el difícil papel de padre. El sufrimiento neurótico se debe a que el angustiado rechaza su feminidad, rechaza entregarse al Otro, por temor de que abuse de él, lo penetre o lo viole. Para el neurótico su femineidad es sinónimo de sumisión de pasividad. Para él ser mujer es vivir lo que vive la mujer de sus fantasmas, la idea que se forma al respecto es enteramente producto de sus fantasmas angustiantes de castración, y esta idea no tiene nada que ver con la concepción psicoanalítica de la femineidad, ya que no se puede asimilar el fantasma neurótico con la teoría psicoanalítica. La mujer fantasmatizada es un ser castrado sometido y siempre expuesto a la acción perversa de otro; para ser más exactos, a la acción de un padre perverso y tiránico.
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