Cuando hablamos de poesía, no hablamos de una poesía que nos descubra el centro del amor, sino de una poesía que produzca amor en los hombres. Más que una ciencia para descubrir sentidos, una ciencia que no deje tranquilo ningún sentido, ninguna verdad. Un método que más que revolucionar, se revolucione.
Y hoy no he venido a preguntarme por mi ser porque yo, es cero.
Tampoco vine a preguntarme por vuestro ser, porque en vuestro ser anida la sustancia de mi carencia, y ese deseo de plenitud es vuestro ser.
Y tampoco vine a preguntarme por los astros celestes que surcan el espacio a diario, porque no es de las posiciones que ocupamos en el espacio de lo que hemos venido a hablar, sino precisamente de lo que a todos sobrecoge y a todos por igual, el tiempo de nuestra relación.
Y si del tiempo ha de tratarse, sabemos entonces que ha de tratarse, también de desprenderse de algunas trabas, para que del tiempo pueda tratarse.
Y si del tiempo se trata, deberá saberse que habrá violencia en nuestras mentes y en algunos de nosotros habrá violencia en el corazón (que como se sabe no es una violencia aconsejada, porque produce daño en el propio corazón), porque el tiempo será una irrupción brusca y desmedida en nuestra manera de ser que, hoy, precisamente, se nos está dando por confundirla con nuestra manera de pensar, que es por ahora, y hasta que no se demuestre lo contrario, lo único que tanto ustedes y yo estamos en condiciones de arriesgar. Y si esto tendrá que ser un entrechocar de saberes, o bien, un entrechocar de retóricas, se irá sabiendo en la práctica de esta contradicción. Ahí donde la práctica, por tal, nos hará propietarios de un trozo de realidad y, ahora, por las palabras que ella ha pronunciado impunemente por nosotros, dueños y señores, tendremos que ser ese pedazo de realidad y defenderla.
Del libro: "Freud y Lacan -hablados- I"
Miguel Oscar Menassa
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