No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.
Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deje de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.
Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.
Y así, sin escrbirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas en el mundo, que no son mi vida.
La vida vive en mis palabras, el goce en mi voz
y vosotros, tendréis que resolver el acertijo.
Soy una herida abierta que sólo se repite sin dolor.
Soy una pulsación sin ritmo, ni latidos.
Algo del ser que ya no fue sino representado.
Un hilo de luz en la montaña abierta y desolada,
pero sin que hubiera de haber desolación,
ni montaña, ni hilo, ni tan siquiera luz.
No soy el humo que parte de la llama y se disipa,
ni el grito que se arranca de la garganta para ser,
ni el perfume que escapa de la piel del deseo.
Soy algo del humo, algo de la llama que perdura,
lo que el grito no pudo asesinar de la garganta,
olor vacío de perfumes, agujero de piel, poesía.
Del libro: "Poesía y Psicoanálisis (1971-1991)"
Miguel Oscar Menassa
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