miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Perversión? o ¿Cultura?

Tercera parte

Estoy solo.
Los que me rodean tienen sus propios planes.
Es decir, tengo mi propio plan.

Andar a la deriva es mi orden interior. Dejarse deslizar entre cuerpo y cuerpo, entre palabra y palabra.

Ser el aire y el fuego.

No dejarse matar bajo ningún concepto, ni aún por aquel que nos anuncia la inmortalidad.

Llevar hasta el paroxismo el amor por la verdad es genuino, tal vez lo más, pero debemos decirlo, absolutamente inútil.

Estoy detenido en mi escritura.

¿A quién estaré cuidando ahora?
¿Qué verdad se detiene en este torpe y juvenil silencio?
¿A quién tengo miedo de modificar esta vez?
¿Puede ser que mi alma se resista a mi propia alma?
¿Por qué impudicia estoy pasando ahora, que no puedo ni siquiera escribir?
¿Rencillas de palacio, intercambios de emblemas o juegos estúpidos entre señoritas preguntándole al galán si nos ama o simplemente nos desea?
El galán sabe que hay un hombre entre nosotras.
Este saber llena de desesperación al galán y comienza a circular la palabra traición. Palabra ciega. Palabra sin palabras.

Se me ocurre que debería ser como soy. Caer de todas las alturas, desmoronarme, bajar hacia los abismos que nadie baja.

Tener en mi pecho la rueda loca de la infancia girando sin parar.
Estar triste.

Del libro: "Psicoanálisis del amor"
Miguel Oscar Menassa

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