La traza como impresión queda borrada y el sujeto es segundo de sí mismo, hace desaparecer la traza, pasando a través de ella misma para transformarla en mirada, en hendidura, en borde, en escritura, en firma que reemplaza o metaforiza la traza a veces transformándola en simple cruz, aquella del que no sabiendo escribir hace suficiente un trazo y su tachadura. La traza se transforma en sombra, porque ese A está necesitado de dar vida a un a) para a su vez poder darle vida a un sujeto. De esta manera la traza queda reducida al nivel de la sustancia, y quedará escritura en relación siempre con una mirada como objeto a). Del A quedará como epifenómeno de existencia humana un a) con el que siempre estará el significante relacionado.
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