lunes, 22 de junio de 2009

Y UN POEMA TAMBIÉN

UNA CAIDA EN EL VACÍO
 
Revisé el mar y encontré zócalos submarinos
y un olor a orilla natal, donde alguna vez estuve sumergida,
y huí,
como un jinete vestido con espuma, a ninguna ribera,
a ningún inicio porque mi gloria estaba en las arenas
y sólo quería detenerme donde empieza el desierto,
una palabra más, que se combina con destierro.
 
Sobre esqueletos marinos voló mi infancia y todo lo simple quedó allí.
 
Después, sólo un después, la vida se espesó
y buscó su sombra en los reinos de algún Dios
que me gritó: Mendiga!
 
No pedí más,
y eché al fuego algunos manuscritos
algún poema endeble,
algún clamor de Príncipe exiliado brotando de mis labios
como una insurrección.
 
Cayó mi imperio
fundado por tumultos, pasiones, averías, argumentos inútiles
metidos como hocicos que venteaban el paso sin pausa
de ese tornado que se apiadó de mí y fué mi aliento,
que pronunció una sola y larga frase contando mis errores,
esa manera equivocada y desabrida de estar como una miliciana
cuidando que no se muevan las arenas con el viento.
 
No fué la soledad, fué la caída,
un golpe en la cabeza y me dormí
soñando un sueño sin imágenes,
un sólo de violín,
algunas notas y cuerdas enredando mis brazos
y quedé allí, donde quedó lo simple,
desnuda marioneta flotando entre las nubes.
 
                                                                       Norma Menassa 

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