Sexualidad para el psicoanálisis, hasta ahora, es toda relación que se impone al sujeto infantil desde el exterior. Es decir, toda relación que se le impone al sujeto infantil va formando, de una u otra manera, su sexualidad. Cuando veamos masoquismo, vamos a ver que no solamente lo que place es recordado como sexual por el sujeto sino que cualquier emoción importante en la infancia es concebida como sexual. Por lo tanto, el dolor como una interrupción de la normalidad del niño, como una brusquedad en su formación, hace que el niño recuerde el dolor como erógeno, es decir, que habría un masoquismo primario que sería aquel masoquismo que surge con la impronta del dolor en la formación de este pequeño niño. No que es placentero por sí que es sobrecogedor en aquel momento infantil, y que determina que, de adulto, el dolor, como vemos en toda sexualidad humana, forme parte de todas las sexualidades en una forma manifiesta o en una forma reprimida.
Su forma dialéctica, el sadismo, forma exactamente igual parte de toda situación humana, tanto que si no hay expresión del sadismo, es decir, si no hay expresión de la pulsión de muerte hay lesión del sujeto, lesión del aparato, lesión del cuerpo. Una represión demasiado fuerte del instinto de destrucción, es decir, de la agresividad, impone al sujeto deformaciones, en algunos casos altamente graves, como las enfermedades orgánicas, en el sujeto que lleva a cabo esta represión.
Miguel Oscar Menassa
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