Ella tiene tanta calle
en sus manos y en sus piernas
que uno la mira
y no puede más que amarla.
Ella perdió un zapato
un día de lluvia
y mis escrúpulos
comenzaron a recordarla.
Pero nosotros,
que caminamos juntos tantos árboles;
sabemos que el amor
no es:
encender velas en casa de los ciegos
ni creer que ella no está
dentro de ninguna rama verde.
Porque sus zapatos
eran las cinco de la tarde
y yo bebo a esa hora
con desesperación
mi primer trago de olvido.
Miguel Oscar Menassa
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