Uno
nunca se siente solo las noches de verano.
Cuando el sol
ha dejado caliente las chapas
y este humo con olor a puerto
que escapa valiente
de mi boca contra el vidrio
y mi nariz contra el vidrio,
haciendo huecos de calor
en esta mañana de muchachas,
de puertos, de gente pequeña a mi lado.
De calles empedradas
mirándome interminables
que me penetran con el sol del ayuno
y me quieren.
Uno
siempre se siente solo las noches de invierno.
Cuando añora el aliento del amigo
entre el pecho y una canción,
cuando ya no se escuchan
las palabras templadas
de la compañera nocturna
y pierde
con el último movimiento que hace
el único calor recuperable.
Miguel Oscar Menassa
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