Antes del Psicoanálisis, antes de que el Psicoanálisis se ocupara de la locura (más o menos desde 1907) los tratamientos de la misma se dividían en dos: los que maltrataban al paciente psicótico haciéndole responsable directo y total de sus padecimientos. Los que bien-trataban al paciente psicótico, haciéndole irresponsable de todos sus padecimientos.
Tanto en una como en otra forma (de manera diversa) el paciente quedaba aislado. Si era culpable, se lo condenaba a la soledad, con lo cual se ahondaba uno de sus problemas (el rechazo primordial de lo Otro). Y si era inocente, se lo acompañaba demasiado, con lo cual se ahondaba otro de sus problemas (no poder discriminarse del Otro como otro).
Debemos decir que es el psicoanálisis el que viene a plantear las cosas de tal manera que no habría tratamiento psicoanalítico de la psicosis antes que el paciente establezca un lazo (de cualquier signo o color) con el que de esa forma habría sido su psicoanalista. Si hay psicoanalista, decimos, aunque sea uno, el loco ya no está solo. Ha comenzado, también, para la locura una conversación.
No hay crueldad más cruel que la locura. Ni hay bondad ni amor que puedan contenerla. Es, sencillamente, la palabra la que tocada por el lazo establecido quitará al psicótico lo que le sobra.
Ya que es precisamente por no faltarle nada, que lo único que se significa en él, es el deseo de una madre totipotente y sin fallas, ya que es él, precisamente, el colgajo que la completa.
En el psicótico el Otro no está afuera del cuerpo de su madre, él mismo no está afuera del cuerpo de la madre. En el psicótico hay algo único, completo, inmortal. Es esa unidad, ese paraíso casi sin voz, lo que el psicótico defiende con uñas y dientes y no ha de ser tarea fácil arrancar al psicótico del cuerpo de su madre, porque eso significa,, exactamente, arrancar al sujeto de los brazos de la especie y herirlo de tal manera, que por esa herida abierta al inconsciente, será sexuado y morirá.
No se trata de la forclusión (rechazo) del tres edípico, que hasta los animales tienen de eso representación, sino de la condición de mortal del ser humano. Aquel vacío que introduce en el sujeto el cuarto como muerte. Esa rajadura que anuncia que todo ha de terminar algún día, eso es lo que el sujeto forcluye (rechaza). No al Otro, porque de lenguaje se sigue tratando, sino la metáfora que al sustituir el deseo de la madre por el nombre del padre o bien, la inmortalidad por el goce, desprende al sujeto psíquico de la especie y lo mata.
Y esto tal vez plantee uno de los problemas más importantes en la clínica de la psicosis, ya que todo hombre, por más psicoanalista que sea, o que lo pretenda, queda atrapado de una u otra manera en la promesa de la psicosis, que no es otra que la promesa de la inmortalidad, que además, transcurriría en plena libertad.
Del libro: "Psicoanálisis y Psicosis" Priemer Congreso Internacional Grupo Cero
Miguel Oscar Menassa
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