Nunca como estos días me he sentido extranjero.
Nunca como estos días tan extranjero a mi mismo.
Besé a una mujer creyendo que era de piedra
y una piedra besé creyendo que era amor.
Después escribí versos como quejas oscuras,
cuerpos vacíos, sin deseos, almas sin almas.
Estos días vi como el amor cubría el mundo,
como un manto negro de lágrimas y soledad.
Nadie podía estar con nadie, estos días,
todos estábamos encadenados al amor.
Ningún hombre deseaba su trabajo,
ninguna mujer vivía para la libertad.
Y, sin embargo, nos amábamos todo el día.
Nos mirábamos con ternura y llorábamos,
y nos quedábamos llorando hasta la tarde,
ella se encadenaba y yo no iba a trabajar.
A fin de mes, cuando la realidad aprieta,
todos pensábamos muy mal del amor,
pero éramos tan felices de estar juntos
que nos mirábamos con fe y llorábamos.
Al día siguiente estábamos destrozados,
a nadie se le podía hablar de ir a trabajar.
Ella se encadenaba al amor, un siglo más
y yo, me encadenaba a ella, para siempre.
Del libro: "Al Sur de Europa"
Miguel Oscar Menassa
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