Cuarta parte
A nada temo, dice el sujeto, sólo a mis propias palabras.
Y sujeto, quiero estar diciéndolo, también está el loco. Ya que se trata de falta de significante, es decir que forclusión significa que se trata de un sujeto como efecto del significante, pero singularmente, del significante que falta.
Lo que aparece desde el principio comprometido en la psicosis es la representación del sujeto por el significante. Ocurre una dispersión de los significantes que representan al sujeto. Porque no se trata de represión que permite que el otro significante funcione como referente de la representación del sujeto, sino del mecanismo de forclusión (rechazo) que se caracteriza por impedir la representación significante del sujeto.
Esta pequeña disgresión casi teórica es para permitirme decir que si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje.
Esa luz que debería iluminarlo, lo ciega.
Le di una patada al teclado de la máquina y conseguí, acto al fin, olvidar todo mi pasado y, sin embargo, no tuve ningún trastorno de la memoria (según Freud), es decir, ningún trastorno del lenguaje.
Esto quiere decir según Lacan que yo he rechazado (a pesar de ser tan rechazante y de haber utilizado una negación para decirlo)ningún significante primordial o, según Freud que, todavía, no me ha llegado la hora. El trauma, el gran amor que lo destruya todo.
La psicosis podría ser ese: ha llegado tu hora.
Más allá de la represión, previo a la negación, algo existía. Algo hubo de ser rechazado. No como en la neurosis no realizado sino habido no rememorable. Imposible de ser estructurado como lenguaje, a menos que, subvertiendo las propias leyes del lenguaje aparezca no como significante atando al sujeto a otro significante, sino propiamente como un agujero en la cadena.
Una ausencia que ni siquiera se dialectiza en el fort-da, ya que su partida doble o su otra posibilidad no es ninguna presencia, sino otra ausencia.
Miguel Oscar Menassa
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