Última parte
Como Director de la escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, no debería concluir mi exposición sobre el psicoanálisis y la psicosis sin antes hablar de la formación a la cual debe aspirar un candidato al psicoanálisis que se fuera a dedicar al tratamiento psicoanalítico de la psicosis.
Primero he de decir que durante mucho tiempo, hasta hace unos pocos años, yo pensaba que era imposible formarse completamente como psicoanalista y de la locura, al fin y al cabo, no pensaba que debiera extirparse del mundo.
Así que, con esos pensamientos donde cohabitaban un psicoanalista formado por la mitad o incompletamente y un psicótico constituido como tal, se hacía evidente que la locura no podía tener el tratamiento adecuado.
El segundo paso fue pensar que, tal vez, varios analistas formados incompletamente, pudieran encarrilar el discurso psicótico. De ahí, a los grupos analizadores de contención estábamos a un paso. Pero hubimos de esperar un tiempo más frente a la pregunta ¿quién se resiste?
Y si bien Freud y Lacan llegaron a enunciar y hoy seguramente algún trabajo versará sobre eso, que en el tratamiento de la psicosis el paciente será toda la resistencia y el psicoanalista, por tanto, será el que tenga que poner en juego su propia transferencia para que sea posible poner en juego su propia transferencia para que sea posible el tratamiento, sin embargo, lo que veíamos no era exactamente eso. En todos nuestros casos siempre fue la familia del psicótico el núcleo de todas las resistencias a la curación. Además pudimos comprobar, lamentablemente, que la sociedad en su totalidad se resiste a que el loco cure como para volver a inscribirse en la matriz social de materializaciones.
El tercer paso fue darnos cuenta que además de utilizar varios analistas en el tratamiento de la psicosis, varios habrían de ser, también, los pacientes y varios y diferentes los niveles de análisis que un psicoanálisis tendrá que poder aspirar a cierto éxito en el tratamiento de la locura.
Y si desde Freud sabemos que de la palabra se trata, el psicótico anuncia en su decir, que pertenece a una raza de hombres que no se reproducen por sexuación y, que por tanto, son criaturas inmortales. Su decir, por otra parte, no puede en ningún caso separarse del decir de la familia. Institución ésta, encargada de humanizar al cachorro de hombre y puesta estos últimos siglos por los cielos como matriz privilegiada de todo proceso de civilización, en realidad fue algo surgido, directamente de la selva; ya que los animales antes de la palabra, en los estadios presimbólicos, se organizaban en familias para repoducir y cuidar sus especies. Quiero decir que la familia, también la familia del psicótico, sólo por el hecho de ser familia guarda en algún registro del discurso que transmite, los mismos inconvenientes con el lenguaje, que luego padecerá o se harán evidentes en el psicótico.
Ví nada ni vacío ni altura.
Oí lo que ya no hablaba.
Bebí con desesperación la sed.
Toqué lo muerto. Todo lo inacabado.
Miguel Oscar Menassa
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