Nadie espera lo que no suele suceder,
ni la vida ni la muerte ni este amor
que a veces se asemeja a una cicatriz
de oscuridad en plena tarde.
Cómo saber del error
si el frío se engendra solo,
sin astucia sin pensamiento sin padres.
Del rayo que no avisa y cae
es culpable el cielo
aunque la noche
nos encuentre entre disculpas.
Sólo resta acompañarse
como el aliento a las manos del invierno
fundar acantilados para el tiempo,
y deslizarse
entre las huellas perdidas de lo que fue.
Del libro: "Peldaños"
Renata Passolini
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Precioso...
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