Hoy como nunca amé mi cuerpo en soledad.
Hoy como ayer fui el amante infernal.
Hoy no llegué muy lejos.
Caminé todo el día,
dando vueltas adentro de mi pieza.
Mi padre cantaba en árabe, con voz alta, hermosa.
Ensayé algunos pasos.
Moví con ternura mis manos por delante de mi cara.
Mis movimientos, eran sensuales y ligeros.
Arranqué de la higuera
las pequeñas brevas marinas y me tendí al sol.
Dejé que el desierto invadiera mi pieza.
Yo era el camello azul que galopaba,
sin agua y sin amor por el desierto.
Arena fugaz, me decía, y seguía galopando,
el tiempo se encorvaba sobre mis espaldas
y después, un paso de baile,
aquel movimiento como una ceremonia
y dejaba caer una joya a tus pies,
señora locura
y tú,
prisionera envilecida en mi mirada,
te arrastrabas entre las cadenas, mis lágrimas,
-acero y piedra- y no podías,
salir de este poema.
Me arrastré contigo a tu compás.
Miguel Oscar Menassa
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