He llorado anoche en los brazos de nadie,
pensaba en anguilas submarinas
y esta vieja manera de roerme.
Eran los ojos de mi gran amigo bajo el agua
y la boca de la mujer aquella
que gritaron al niño que tengo
prendido de este lado.
Era la ventana azul de tus labios,
mas, mi amigo
tirándome la piel
me susurraba del amor y de la vida
unas cosas extrañas.
(En los famosos días
de tierra al sol, de espaldas a la gente,
cuando el cielo de las mujeres arda
podría abrazarme al orgullo de mi padre
y dormir junto a mí por una noche).
De la noche pasada y la mañana
sólo recuerdo
aquellos ojos que lloraban solos
y esa boca tendida que trataba
de tomarme la mano y esas cosas que llevo
prendidas de este lado.
Y así,
moriré cualquier mañana
apretado a esta lágrima que guardo,
que no es la última,
ni siquiera la anterior a la última.
Miguel Oscar Menassa
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bellísimo poema, a pesar de tantas cosas
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