jueves, 5 de noviembre de 2009

Primer congreso internacional de Poesía y Psicoanálisis

Ser nada es una porquería frente al juego que propongo:
Diluirse en otros sin tener ninguna filosofía de la dilución. Pero, todavía, no es eso, tampoco es algo más.
No es un suspiro ni el viento que lo traza. Tal vez, la nostalgia de un suspiro que no fue trazado.
No hubo viento, pero algo se movió en el mundo.
Fue el no de lo que es. Ni vivo, ni muerto. Un abismo entre ambos. Un no tocado por la vida. Un es rajado de lado a lado por la muerte.
Pero no es exactamente así sino de sesgo, o bien, envuelto en torbellinos, donde la fuerza, la brutalidad del viento impide toda marca.
Soy ese registro imposible.
Un rayo de luz que no se registra como luz.
Un velo que se cruza definitivamente antes que ocurra nada.
Después alguien imagina lo ocurrido que nunca ocurrirá
y nadie considera verdadero ningún momento,
sino aquél que nunca ocurrió.
En plena noche ella sigue siendo mi luz
y descansar
me parece absurdo en su presencia.

Ella produce luz cuando vibra su cuerpo,
cuando su cuerpo tiembla de volcanes perdidos,
de volcanes abiertos cual pestilente herida,
escupiendo y llorando
calientes tempestades de silencio.

Abro los ojos para verla temblar
y Ella me enceguece con su luz.

Cuando su cuerpo recorre los escándalos de la noche,
cuando su cuerpo se detiene, violín interminable,
en infinitas notas imposibles,
como una música loca de silencio,
la luz, infinita luz, se enceguece a sí misma.

Al compás de los últimos moviemientos de su cuerpo
todo es gris.

Como cuando la lluvia te parte el corazón,
como cuando el invierno,
las heladas razones del odio,en tu cuerpo,
hacen fracasar todo temblor, todo sueño.

Y el gris es más que la soledad,
nás que el silencio,
como cuando las piedras se defienden de las piedras,
como cuando la noche estalla de oscuridad y sombras.

Reina la noche y, sin embargo,
Ella, todavía, es poesía.
Animal de luz, bestia del tiempo,
baila para mí, última danza.
Se contornea y salta entre la muerte y la locura,
sin brusquedad como danzando entre corales,
como danzando entre nubes ardientes de plenitud.

Su cuerpo es el amor,
es el amor que nos lleva màs lejos que la muerte.
Amor de amores, más imposible aún, que la locura.

Amor no sabe nada de la vida,
es una carne abierta a las palabras más pequeñas.

Amor no reina sobre nada,
danza sin esperar respuesta,
como si la vida fuera su compás.

Furtiva
entre la espesa niebla donde se pudre el tiempo.
Envuelta en mis palabras más hondas,
clavada o crucificada por el amor, sonríe,
abierta por una nube partida por el sol.

Yo era el inefable hombre de las cavernas,
buitre feroz en busca de carroña,
caía, con toda mi destreza,
sobre tu pequeño tiempo muerto entre la niebla
y me lo comía.

Del libro: "Psicoanálisis y Poesía (1971-1991) 20 años de la historia del Grupo Cero"
Miguel O. Menassa

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